El espíritu del ser humano lleva a la superación, vamos abriendo caminos, explorando nuevos territorios, trazando nuevos recorridos, proponiéndonos nuevas metas, rompiendo barreras que parecían inexorables. Si a este espíritu de superación le añadimos un corazón solidario enorme, tenemos una combinación que va a romper límites, y ese es Jorge Crivillés.
Steven Munatones, para los que no le conozcáis, es el máximo exponente de las Aguas Abiertas a nivel internacional. Además de haber sido nadador y entrenador de aguas abiertas por Estados Unidos, es el padre de la Triple Corona y los Seven Oceans, creador de la Openwaterpedia, WOWSA (World Open Water Swimming Association), Daily News of Open Water, y otras tantas webs acerca de nuestra pasión. Seven Oceans es un más o menos reciente desafío para los nadadores de aguas abiertas de todo el planeta, consistente en la unión de los Estrechos o Canales más representativos de los 7 Mares u Océanos a nivel mundial, englobando Catalina Channel, English Channel, Molokai Channel, Tsugaru Channel, Estrecho de Gibraltar, North Channel y Cook Channel. Para Jorge los 5 primeros ya son historia, solo queda superar el difícil North Channel entre Irlanda y Escocia, con aguas entre 12-15 grados, así como Cook Channel de una dificultad extrema por las condiciones meteorológicas y corrientes que allí se suelen dar.
Tras un año preparando el reto del Canal de Tsugaru, con duros entrenamientos, tanto en piscina como en mar, compartidos con algún problemilla de salud durante la temporada, vida laboral y familiar y demás responsabilidades, llegaba la fecha otorgada para realizar el cruce, solo dos días para cruzar un canal del que existe poca información, sería 27 o 28 de Julio de 2017.
Channel Swim Japan y tsugaruchannelswimming.com son los dos portales, junto dailynewsofopenwater.com donde se puede encontrar algo de información sobre el cruce, aunque todo se resumía en; fuertes corrientes, distancia del cruce muy variable entre 25 y 45 kilómetros (aunque la media supera los 30Km), aguas entre 15 y 17 grados, y abundante presencia de tiburones. Y así fue, a pesar de poca y escueta eso era lo que nos esperaba.
El equipo desplazado a Japón, gracias al apoyo de la Fundación ASISA, se dio cita en el aeropuerto de Aomori, por una parte Jorge, acompañado de Chus, su esposa, representante y encargada de medios de comunicación, Rafa Pastor, ha sido su kayaker en las demás pruebas, compartiendo las vicisitudes del mar al lado de Jorge en todo momento, Carlos, su hermano y un apoyo muy importante en todo momento, Javier, su hijo, y yo (José Luis Larrosa) como su entrenador. De Aomori nos trasladamos al Cabo Tappi, un lugar remoto en el extremo norte de la enorme isla de Honsu, y punto más próximo a Hokkaido, la segunda isla más importante y grande del territorio nipón. Los días previos han sido de exploración de la zona, entrenamiento y preparación del reto, el lugar invita al relax en plena naturaleza, con un hotel y un par de restaurantes locales en lo alto de una colina desde la que se divisa el pequeño puerto pesquero de Tappi, donde la vida va a otra velocidad más lenta que cualquier otro lugar del país, y el parque natural nos envuelve de vida salvaje, con osos, monos, multitud de insectos y aves, y donde el mar frío y desierto de turistas ofrece espectáculos de corrientes de superficie más fuertes que cualquier río salvaje que se tercie.
El miércoles 26 a las 14h tuvimos la reunión con la organización y el patrón, para nuestra sorpresa y tras tres días de calma, todo se complicaba a partir de esa noche y durante los tres días posteriores, fuerte viento, olas en aumento y fuertes corrientes entraban en el parte meteorológico. Las opciones eran dos, o intentarlo, con el riesgo que suponía y baja probabilidad de éxito ya confirmada por el patrón, o retirarnos y no intentarlo. Esto último fue un jarro de agua fría. ¿Cómo de mal podría estar como para que nos ofrecieran retirarnos?, ¿qué probabilidad había de finalizar el cruce de forma exitosa? De cualquier manera, la respuesta de Jorge fue seria y rotunda; “yo he venido a nadar, y voy a cruzar”, no hubo réplica, a las 23:30h de esa misma noche en el puerto de Tappi, no había otra opción.
Tras embarcar junto a un representante de la organización, el patrón y la traductora, el equipo en el barco íbamos a ser Carlos, Rafa y yo. La noche era cerrada, no había luna, la oscuridad era absoluta, los nervios y el miedo eran evidentes, el mar todavía estaba en buen estado, y nosotros preparados, tras una hora de navegación llegamos al punto de partida, un cabo algo más al sur desde donde arrancan todos los cruces de forma oficial. Jorge debía recorrer unos 200 metros de ida y vuelta hasta tocar las rocas de la costa en el cabo, y desde allí, en un extremo de la Isla de Honsu, arrancaría el reto.
Al grito de “Vamos Espartanos!!” (frase y figura que caracteriza a Jorge Crivillés) arrancó el cruce, con unas estupendas primeras dos horas, donde al parecer la marea llenante y un nado muy alegre nos plantó en 10,3Km, en terreno de nadie pero muy rápidos, dos horas agradables que se truncaron repentinamente con un viento que fue en aumento durante toda la madrugada y primeras horas del día. Avituallamientos iniciales cada 45 minutos, la frecuencia de brazada entre 68-64 brazadas/min, los ritmos de nado entre 3,9 y 4,3Km/h las siguientes 4 horas, y a bordo todos luchando contra el oleaje que zarandeaba al barco de pesca en que íbamos de un lado al otro y de arriba a abajo, forzándonos a luchar contra los síntomas del mareo a base de biodramina. Por debajo de Jorge una tela de 40cm por 4 metros, blanca, colgada con una caña y plomos, que simula un gran animal marino, necesario para alejar a los escualos que merodean la zona, y que no son pocos, en busca de algún banco de atunes, muy común en el canal y por lo que se caracteriza la zona. El repelente de tiburones eléctrico activo desde el inicio, y como medida extra otro bote pesquero en paralelo con otra manta subacuática y un radar de pesca específico que diferencia medidas de peces en profundidad…toda prevención es poca ante la voracidad de los escualos de la zona.
El agua estuvo, de manera sorprendente incluso para la organización, a una temperatura muy apropiada para el nado entre 19-23 grados, algo que nos sorprendió de manera muy grata, a pesar de que a Jorge le gustara más fría.
Tras 6 horas de nado nos quedaban 7,5Km para llegar a Hokkaido, se podían divisar casas y el faro a lo lejos, pero el mar estaba cada vez peor, la lucha iba a ser dura, y las fuerzas, tras un cruce a un ritmo mucho más fuerte de lo habitual, iban escaseando. Los entrenamientos de esta temporada los hemos enfocado en aumentar la velocidad y ritmo, así como frecuencia de brazada, sabiendo de antemano que precisaríamos de este factor cuando llegaran las fuertes corrientes.
A falta de 6Km, la corriente era tremendamente fuerte y totalmente en contra, de forma perpendicular, mar muy revuelto, olas grandes de casi 3 metros, y viento incómodo en superficie, fueron los momentos más duros, así que bajo autorización de la organización me uní a Jorge para animarle desde dentro del agua, nadando a su lado, y pude corroborar la fuerza de la corriente. Por debajo, trozos de algas pasaban a gran velocidad pareciendo que íbamos muy rápido, cuando lo que circulaba era el agua en nuestra contra, pararse era retrocer muchos metros, había que luchar, y no poco. En 45 minutos solo pudimos avanzar 900 metros. Y tras dos horas de lucha, llegamos al abrigo de Hokkaido, solo quedaban 1500 metros, Jorge distinguía con claridad las rocas de la orilla, último avituallamiento, gritos de ánimo; “¡Vamos Jorge que ya lo tienes!”, y un mar sin tregua, estaba casi cruzado, Jorge aumentó la frecuencia de brazada, y en 29 minutos estaba gritando y suspirando en la Isla de Hokkaido, conmigo en el agua para inmortalizar el momento y poder compartir con todos vosotros la gran experiencia y la enorme fuerza física y mental que ha supuesto este cruce. El tiempo ha sido de 8h29’47”, mucho mejor de lo esperado, siendo el quinto mejor de los 28 cruces con éxito que se han realizado en este canal. Ya en el barco abrazos, felicitaciones y primeras llamadas de familiares, Chus, su mujer y Javier su hijo los primeros, después los representantes de AEAL, por los que Jorge nada siempre. Abrumados y sorprendidos por la gran marca con las dificilísimas condiciones del mar, desde la organización le dieron la enhorabuena repetidamente, confirmando éste, como uno de los días más complicados en el Canal de Tsugaru y que mejor y más rápido se ha nadado.
Vuelta al hotel, descanso, celebración íntima con todo el equipo, y antes de ir a la cama ya me estaba preguntando; “José Luis, ¿cuándo nos ponemos a entrenar para mi siguiente cruce?”. Así es Jorge, un luchador con un apetito voraz de éxito, no por ambición, sino por naturaleza gladiadora. Cuando peor está todo, más se crece, como los grandes héroes.
http://revistaopenswim.com/2017/07/28/jorge-crivilles-mas-cerca-de-los-7-oceanos/